Día 3: Lago Epuyén

La noche anterior, como ya te conté, terminé de cama. No podía mover los brazos, cené sólo un sandwich y me quedé charlando un rato hasta que no pude más. Los chicos que habían llegado esa tarde planearon ir con la chica belga al Cajón del Azul, el tema es que se tenían que levantar temprano y bueno… cuando yo me levanté a eso de las 10.30 ellos seguían ahí durmiendo.

En el desayuno despedimos a un español que seguía su viaje, nos quedamos charlando con Juan («vieja» a medida que entramos en confianza) y Fer, al ratito llegó a desayunar Gonza y después cayeron Guido y Fabri. Seguimos tomando unos mates, viendo qué íbamos a hacer, yo tenía ganas de ir a Lago Puelo porque me iba a ir al otro día y no quería perdérmelo pero los demás querían ir a Lago Epuyén. La señora de la limpieza nos «trasladó» al patio así que seguimos la mateada allá, llegaron los chicos de Mar del Plata (Eli, Néstor y Clari) y al final decidimos ir al Epuyén.

El bondi salía a las 13, eran las 12.55 y nosotros seguíamos en el hostel. Al final fuimos caminando medio convencidos de que íbamos a tener que: 1) esperar otro bondi; o 2) ir en remis. Casi llegando a la esquina vimos el bondi en la parada, lo corrimos y llegamos justo. Si mal no recuerdo nos salió $20 el pasaje, pero mi memoria es medio brava (debería haberlo anotado).

Llegamos, después de un largo viaje, hasta la entrada de lo que es el predio del lago. De ahí teníamos que caminar un poco para llegar a un mirador y luego debíamos seguir camino hasta las playas, donde terminamos encontrando un Centro Cultural y los chicos aprovecharon para comer pizza y tomar cerveza artesanal.

Ingreso al predio del Lago Epuyén

Cartel del mirador

En el mirador con Guido, Gonza, Fabri y Vieja

En el mirador con Guido, Gonza, Fabri y Vieja

Yendo a buscar las playas para almorzar

Yendo a buscar las playas para almorzar

Ojo al piojo que no hay rescatista

Ojo al piojo que no hay rescatista

El paisaje no puede ser más bello

El paisaje no puede ser más bello

Centro Cultural Antu Quillen

Centro Cultural Antu Quillen

 

En los estantes que se ven vendían remedios naturales para TODO

En los estantes que se ven vendían remedios naturales para TODO

Las cervezas artesanales que tomaron los chicos

Las cervezas artesanales que tomaron los chicos

También vendían artesanías en el CC

También vendían artesanías en el CC

Algo peculiar que voy a destacar es mi poca tolerancia a hacer «ciertas cosas» en la naturaleza. Menos mal que encontramos el Centro Cultural y pude ir al baño, porque sino me iba a tener que aguantar toda la tarde y no iba a estar bueno. Atrás del CC había unos baños del camping que también estaban usables (más tarde tuve que ir ahí) pero de todas formas, usar el bosque como baño no era una opción y aguantar toda la tarde tampoco, así que me iba a ver complicada.

Fuera de eso, cuando los chicos pidieron las pizzas y las cervezas llegaron los chicos de Mardel, así que almorzamos juntos y después a tomar mates a la… ¿playa? Digo así porque en realidad eran piedras grandes en donde pudimos tomar mates y meternos al lago. Voy a destacar mi máster en boludez, porque nuevamente me mandé una mundial: no llevé malla.

Pregunté en el CC si tenían alguna para prestarme/venderme y nada, así que nada me frenó y me metí en ropa interior. Al fin y al cabo la bikini es lo mismo, y por suerte tenía un top así que pude zafar y disfrutar del agua. Consejo: aunque veas en el pronóstico que el día va a estar fresquito, igual lleva malla, nunca sabes qué puede pasar.

Otro ratito de pez en el lago

Otro ratito de pez en el lago

¡Anda a saber de qué nos reíamos!

¡Anda a saber de qué nos reíamos!

Y mientras nosotros nadábamos, los chicos musicalizaban la tarde

Y mientras nosotros nadábamos, los chicos musicalizaban la tarde

 

Magia pura

Magia pura

Un lago, un kayak

Un lago, un kayak

Después de unos regios mates y de charlas que fueron desde música a política, llegamos a la gran pregunta: «¿qué comemos esta noche?». Por decisión general elegimos: asado. Sí, tal y como lees, por TERCERA vez consecutiva iba a comer asado. Unos chicos fueron en auto a comprar las provisiones y el resto volvimos en bondi.

En el post anterior te había comentado que con el bondi pasamos por El Hoyo. Pues bien, her-mo-so. El colectivo entró, hizo como una panza y siguió, pero lo poco que pude ver me dejó con ganas de ver más. No porque sea EL lugar turístico por excelencia o porque tenga muchas cosas interesantes y exóticas, sino porque es pintoresco, chiquito, las casas tenían patio, la escuela era chica pero bonita, la gente parecía tranquila. No sé cómo explicarlo, pero pasar por ahí fue como ver el pueblito ideal donde me gustaría terminar mis días, tranquila, en un lugar pacífico donde no exista tanto barullo, donde todos se conozcan con todos, en comunidad con el entorno.

Pero bueno, dejando de lado mis expectativas a futuro (en las que no sólo yo quiera ir a un pueblo así, sino también mi futuro marido), llegamos al hostel y cada uno a lo suyo. Los chicos se dedicaron a ayudar a Gonza con el asado, Eli se encargó de las papas, y junto con Clari, Jerome y Fabri nos dedicamos a jugar al UNO, en inglés. Polémico.

Si ahí se ve apetitoso...

Si ahí se ve apetitoso…

...acá ni te cuento!

…acá ni te cuento!

Les presento a Nene Campeón, el perro vegetariano que da la patita y la tiene re clara.

Les presento a Nene Campeón, el perro vegetariano que da la patita y la tiene re clara.

Nene Campeón es el perro de Sergio, el dueño del hostel, y es un amor de animal. Si le pedís la patita él te da la patita, y si le decís qué patita querés que te de, él te da la que le pediste. En el cartel que está pegado detrás de la puerta que te lleva al patio dice que no hay que darle de comer porque es vegetariano, pero la verdad es que comió los mejores pedazos de nuestro asado, así que… Quizás por eso le quedaron así los ojitos, jajaja!

El hombrecito llevaba una bola que no debía caer por ningún orificio hasta llegar al final: el sol.

El hombrecito llevaba una bola que no debía caer por ningún orificio hasta llegar al final: el sol.

Jerome, Eli y Clari jugando al ping pong

Jerome, Eli y Clari jugando al ping pong

 

¿Será por eso que me gustó tanto?

¿Será por eso que me gustó tanto?

No me pregunten en qué parte del hostel estaba este cartel, pero lo cierto es que no dice más que la verdad. El Bolsón tiene eso de pueblo buena onda que te invita a soñar, a pensar que está todo bien, que todo va a salir bien. La gente con la que me fui cruzando en este camino me demostró que se puede viajar sin tanto «pero» y no hay nada más lindo que cruzarse con gente feliz que ama lo que hace, así sea por 10 días de vacaciones.

Este fue un día en comunidad, nos conocimos más los que estábamos en el hostel, se armó un grupo copado en el que charlábamos de todo, aprendí de cosas que ellos contaban y yo no conocía, me llené de cada experiencia vivida, los conocí un poco más y ellos a mí. Quizás no terminamos como amigos íntimos, quizás no nos volvamos a ver, pero me gusta esto de mirar atrás y sonreír pensando que aquellos que conocí dejaron una marca en mí, que el día de mañana podemos decir «yo compartí algo con él/ella» y que ese recuerdo sea agradable.

Uno cuando viaja es auténtico, es la esencia pura de lo que hay dentro nuestro. Cuando viajamos no estamos contaminados con el día a día, no hay rutina, la rutina es el momento, y el aquí y ahora que viví en El Bolsón me hizo sentir plena, el hecho de no conocer a mis compañeros pero descubrirlos en cada acción me ayudó a aprender a ver en el otro quién es mediante lo que hace, dice y piensa, sin tanto tiempo de relación más que ese instante compartido.

Y pasando este momento de reflexión sentimental, te cuento que pagué una noche más en el hostel porque el martes estaba la feria y no me la quería perder, además de que tenía que ir a Lago Puelo aunque sea un ratito para entender porqué tanta recomendación. Con ésta ya llegué a mis 4 noches en el hostel, y te digo: el sol no siempre es tu mejor amigo…