Día 2: Puerto Patriada Kayak

Me levanté temprano pensando «para qué me metí a hacer esto» y estuve con ese pensamiento durante bastante tiempo. Había visto en las fotos de Mati que hizo mucho kayak en BRC y me copaba la onda, aunque nunca había remado en mi vida y sinceramente siempre le tuve miedo al «barquito chiquito» en el que me daba idea de que ni siquiera iba a entrar.

Animada por las fotos y la buena onda que me tiraban desde el celular me dije «si he de morir al menos que sea un paraíso», aunque la idea de congelarme en los lagos del sur no tiene nada de la muerte romántica que se mandó la mujer que se tiró en la Garganta del Diablo, pero esa es otra historia.

Te cuento un poco lo que me contó Sergio cuando me habló de la excursión. Puerto Patriada Kayak es una excursión de todo el día, comienza a las 11 y termina a eso de las 18.30 aprox., que se realiza en el Lago Epuyén (la mortadela del sandwich entre Epuyén y El Hoyo) donde no se permiten embarcaciones a motor, por lo que el agua es más tranquila que en otros lagos. Los que llevan a cabo la excursión son una familia: Miguel, Catalina y Pedro, y ellos se encargan no sólo de los kayaks sino también del almuerzo y la merienda. Como dije en el post anterior, cuando la hice estaba $280 pero sinceramente podría haber valido un poco más, teniendo en cuenta todo lo que haces.

Puerto Patriada Kayak

Puerto Patriada Kayaks

Fuimos con Sergio y Juliana hasta el lago, cuando llegamos con Juliana nos cambiamos por short y musculosa, Catalina nos dio los chalecos salvavidas y después se repartieron los kayaks. Por suerte no eran individuales como los que había visto en las fotos de Mati, sino que eran dobles y el único simple era el de Catalina. A mí me tocó ir con Pedro así que al menos me quedé tranquila de que no me iba a quedar varada en el medio del lago pidiendo ayuda.

Parezco de la Guardia Suiza...

Parezco de la Guardia Suiza…

Los patitos en fila

Los patitos en fila

Y comenzó todo

Y comenzó todo

No sé si alguna vez te pasó de ver agua tan linda, con colores que van desde el verde hasta el azul, ver el fondo de lo transparente que es y a lo lejos verla brillar. Yo no recordaba haber visto algo así nunca, si bien cuando fui a Bariloche de viaje de egresados vimos el lago con el agua azul la verdad es que esto sólo lo había visto en una pileta, fue impresionante. Además sumale al agua el resto del paisaje y te queres quedar a vivir.

El agua <3

El agua

 

Con la remada no venía mal pero sin la ayuda de Pedro no creo haber podido llegar muy lejos. Soy de tener bastante confianza en mí misma pero cuando se trata de algo que no sé prefiero confiar en el otro, así que deposité toda mi confianza en que no me iba a caer y mi mantra era «si Mati lo hizo tiene que estar copado», por lo que no bajé los brazos y remé como pude.

Si bien el agua era hermosa y realmente quería verla (o sea, al fondo me refiero porque agua para ver tenía de sobra), arriba del kayak mucho no me movía porque me daba miedo caerme, y ante el mínimo movimiento de Pedro te juro que me agarraba un miedo tremendo. Sabía que no me iba a caer, pero si me caía el agua estaba fría y además ¿¡cómo volvía a subir!?

En pleno camino

En pleno camino

Cuando ya le estaba agarrando la mano llegamos a la primera parada, una playita donde había una cascada muy bonita y donde tomamos unos mates antes de seguir. El agua de la cascada estaba helada como de costumbre, pero metí los pies igual para sacarme una foto. Catalina me enseñó el nombre de la planta que estaba al lado de la cascada y después me quedé ahí mirando y admirando el lugar que, junto con el agua, era hermoso. Soy una densa con el agua, lo sé, pero me encantó.

La cascada, la aljaba y el agua helada

La cascada, la aljaba y el agua helada

Aljaba

Aljaba

Por si quedaba alguna duda del tema "agua"

Por si quedaba alguna duda del tema «agua»

Después de un rato cruzamos el lago y en la otra orilla íbamos a almorzar. Asado al disco. Asado otra vez. Mientras Sergio y Pedro estaban en el proceso preparativo del asado, Catalina y Juliana cortaban la verdura y el pan, el resto paseaba por el lugar y en lo particular me dediqué a seguir sacando fotos.

Verduras = Jeanete (mi amiga vegetariana)

Verduras = Jeanete (mi amiga vegetariana)

Carne = lo opuesto a Jeanete

Carne = lo opuesto a Jeanete

Et voilà! ¿Cómo no comer?

Et voilà! ¿Cómo no comer?

El asado estaba exquisito, de la verdura no puedo hablar por razones obvias, pero sí te puedo contar que comí por voluntad propia y por voluntad de los demás, me sentía como en la casa de mis abuelos cuando me dicen «dale Ayi come, come con pan, dale, qué ¿no te gustó?» y yo sigo hincando el diente. Después me metí con Juliana al lago (frío pero no tanto) y el grupo fue a ver un arroyo (el «Arroyo Marcelo» que hasta hoy no sé si era posta o joda) así que allá partimos con la manada.

El grupo

El grupo

Al volver emprendimos camino hacia la cascada Cinco Saltos donde merezco el premio a la b*luda del año. ¿Por qué? Porque en vez de ponerme las zapatillas subí con ojotas por piedras y caminos no muy favorables para ese calzado, así que agradezco a las manos de mis compañeros por ayudarme a no caer (resbalar, pegar la nuca contra una roca, terminar mal, en fin). Llegamos a la cascada que tiene como una pileta natural y me metí, el agua estaba helada pero valió la pena así que disfruté mi ratito de pez. Al salir la piel me quemaba, como estaba mojada las ojotas no eran de ayuda así que nuevamente he de agradecer a las manos de mis compañeros que me ayudaron a volver sana y salva.

En la cascada ANTES

En la cascada ANTES

En la cascada DESPUÉS

En la cascada DESPUÉS

Cuando llegamos nos esperaba lo mejor: ¡mermelada casera! Hacía muchísimo que no comía mermelada casera, la última vez que comí fue en casa y hecha por mamá, así que volver a eso nuevamente me transportó a mi casa. Parece loco pero te aseguro que al estar lejos las pequeñas cosas que te recuerdan a tu casa te ponen feliz, más si hace mucho que no vas. En fin, todos tomaron mate pero yo preferí pasar y me dediqué a disfrutar del pan con mermelada, me imaginé a mi mamá diciéndome lo rica que estaba (porque por más que yo pruebo las cosas ella necesita contármelas) y me la imaginé diciéndome «Ayi trae mermelada», cosa pendiente que no me avivé en comprar.

Pan, mermelada, casa

Pan, mermelada, casa

Calentador de pava rústico

Calentador de pava rústico

Finalmente emprendimos la vuelta. Cambió mi acompañante y el nuevo realmente se movía MUCHO. Al principio no la pasé bien, y hasta que me dijo que no sé qué pasaba con los pedales por eso tenía que moverse para darle dirección al kayak no me quedé tranquila. De cualquier modo aprendí que si el de atrás se mueve tengo forma de no caer, así que para la próxima ya tengo una estrategia.

Un "chau Epuyén" que terminó siendo un "hasta mañana"

Un «chau Epuyén» que terminó siendo un «hasta mañana»

Cuando volvíamos Sergio paró el auto en una especie de mirador en el medio del camino porque se veía El Hoyo. La verdad es que en ese momento no me llamó mucho la atención pero cuando al otro día pasamos con el colectivo me quedé con muchas ganas de conocer, lástima que no tenía un auto como para ir y volver en el día sin tener que esperar el colectivo (no sé si hay hostel o cómo es la onda, así que debo el dato), pero la próxima será.

Se supone que eso de abajo es El Hoyo

Se supone que eso de abajo es El Hoyo

En cuanto a cómo quedé yo, de los brazos mejor ni hablemos. Si ya me dolían en el camino te imaginas que cuando me bajé del kayak me sentía Robocop, y cuando llegué al hostel directamente no podía moverlos. Como nunca había remado obviamente me dolía todo, así que me pegué una ducha y me acosté a charlar con mis nuevos vecinos y una chica belga. Esa noche sólo cené un sandwich que había dejado preparado antes de irme porque no tenía ganas de moverme sino de dormir y de arrancarme los brazos. Claro que la ducha caliente sirvió, pero igual sentía que tenía dos yunques.

Así terminó mi primer día activo y así comenzaron los cambios de planes sobre la marcha, decidí quedarme una noche más en El Bolsón con posibilidad a una cuarta porque quería ver la feria que iba a estar el martes. Al otro día quería ir a Lago Puelo pero al final hubo, otra vez, cambio de planes…